Situada cerca de la desembocadura del río Missisipi, Nueva Orleáns era a
mediados del siglo XIX una de las ciudades más grandes de los Estados
Unidos, rebosante de vida social y de cruces culturales entre los
criollos descendientes de los colonizadores franceses y españoles y los
nuevos "americanos". Los gobiernos posteriores continuaron las obras de engrandecimiento de Tabasco; en 1971 con el objetivo de rescatar más de 115 mil hectáreas para la producción agropecuaria en la zona fronteriza México-Guatemala, se creó un nuevo polo de desarrollo denominado Plan Balancán-Tenosique, en 1974 la industria petrolera nacional comenzó a desplegar gran actividad en la entidad.
En 1979, el gobierno de Leandro Rovirosa Wade consiguió incrementar los recursos provenientes de las participaciones federales con motivo de la creciente expansión de la industria petrolera, los fondos financieros fueron distribuidos entre los 17 municipios del estado, robusteciéndose las haciendas de las comunas, otorgándoles a los ayuntamientos mayor capacidad para brindar mejores servicios públicos y construir más obras de interés social.
Pese a todo, la bonancible situación financiera del Estado no fue suficiente para encarar el reto que imponía la creciente demanda de servicios que se desató aparejada al llamado boom petrolero. La capital del estado quedó chica al flujo de población y de vehículos automotores; la presencia inesperada de miles de connacionales que traían su propia cultura impactó al pueblo tabasqueño que a la larga se vio obligado a modificar costumbres, iniciándose un proceso de interculturización que terminó por sepultar la apacible vida provincial de otros tiempos.